Colonización de los órganos autónomos: el sello de autoritarismo de la cuarta transformación
Mónica Calles Miramontes
Publicado en revista "La voz de Jalisco", edición 15 de enero de 2025
Hace casi dos años, en marzo de 2023, daba comienzo el procedimiento de renovación de cuatro cargos de la más alta responsabilidad en el INE. La Cámara de Diputados nombraría una nueva presidencia y tres consejerías electorales para el periodo 2023-2032.
En aquel momento recién se superaba una fuerte embestida que pretendió hundir nuestra democracia con la reforma electoral 2023 conocida como “el Plan B”, donde el Poder Legislativo dejó claro que había renunciado a ser un Poder democrático del Estado para ser la oficialía de partes de Palacio Nacional, capaz de volver ley cualquier capricho o venganza de una sola voluntad.
Para quienes seguimos con mucha preocupación las amenazas contra las instituciones democráticas, que en ese momento ya se intensificaban, observar este procedimiento era crucial, pero a la vez bastante predecible.
Desde un inicio, la mayoría oficialista de la Cámara de Diputados se encargó de que en cada etapa del procedimiento de renovación de esos cargos electorales se integrara el mayor número de perfiles vinculados con ese partido.
La estrategia le funcionó tanto que, para designar a esas consejerías decidió que no habría una decisión democrática en el parlamento, sino un juego de azar. Claro, cuando las matemáticas aseguran la ventaja “la casa siempre gana”.
Y así, morena comenzó a apropiarse de una institución fundamental para la democracia.
Es paradójico; lo que sucedía hace dos años era algo inédito, la ciudadanía salía a las calles defendiendo al INE ante una embestida regresiva propia del autoritarismo y el tribunal constitucional hizo respetar las reglas de la democracia. Se invalidó el “Plan B” y el INE no se tocó.
Pero poco después, el INE se colonizó y fue quien entregó al oficialismo una mayoría ilegítima en el Congreso de la Unión y, con ello, la posibilidad de desmantelar la República.
Así, esta mayoría legislativa que hoy tiene morena no se logró en las urnas, sino con cooptación de las instituciones democráticas. El INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación depositaron el poder en uno solo, lo cual naturalmente está prohibido por la Carta Magna como una garantía democrática. Es muy simple: la Constitución no sentencia su muerte.
Con la colonización de los órganos del Estado, el poder público actúa sin contrapesos.
Hoy son muchas las instituciones que han dejado de velar por la ciudadanía y se apartan de sus fines constitucionales como la Sala Superior del TEPJF o la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ya está por desaparecer el INAI y con la elección judicial crece la amenaza de que un poder fundamental del estado, el Poder Judicial de la Federación, se convierta en una estructura más al servicio de un partido político.
¿Qué pasará cuando el poder público sabiendo que no tiene límites cometa abusos? ¿Qué pasará si personas que simpatizan con el partido oficial ya no están conformes? ¿A qué institución nos dirigiremos si el Estado viola derechos humanos? ¿De verdad esperamos que una institución sin autonomía y subordinada nos defienda?
Las reglas del Estado se están reestructurando para concentrar cada vez más el poder y eliminar cualquier contrapeso; ya se anunció una nueva reforma para eliminar diputaciones plurinominales y reducir seriamente el financiamiento de partidos políticos. Todo esto no tiene más que el mismo fin: la concentración del poder y suprimir la pluralidad política, conformando así un “partido totalitario”.
Por todo ello, el verdadero debate público no se limita en estar a favor o en contra de un partido político. La auténtica preocupación se centra en un horizonte donde ya se logra ver a un México sin instituciones que puedan frenar a los gobernantes, sean del partido que sea, sean de la ideología que sea.
La democracia se construye en pluralidad. Con la colonización y cooptación de las instituciones se destruye la pluralidad y, en consecuencia, la democracia.